Yo en un primer momento no lo reconocí, era un extraño. Pero al poco vi que era él, inconfundiblemente él, como envuelta la cabeza en el velo de los años. Y entonces lo saludé; sin titubeo y con afecto. ¡Cuánto tiempo! ¿Vives cerca de aquí? ¿Frecuentas este café?
Pero en ningún momento vi en sus ojos la luz del recuerdo. Para él ya no cuento.