martes, 28 de julio de 2015

EN LA PELUQUERÍA

Hoy creo haber descubierto que el espejo de casa es adulador. O quizá algo peor, indiferente, acomodaticio, hasta falso. Van pasando los años y rara vez nos advierte que ese rostro no es el que era. De alguna manera va asimilando las arrugas y la marchitez, haciéndonos creer que, aproximadamente, seguimos poseyendo la rutilancia de la plenitud.
El espejo de la peluquería es otra cosa -de la peluquería de caballeros estoy hablando; de la ae señoras no sé nada, sólo esa imagen que desde la acera vemos de señoras con la cabeza metida en una especie de gran campana o casco.
Hoy, esta mañana, ese setentón recien acomodado en el sillón de su peluquería habitual, se  ha enfrentado bruscamente a un doble de sí mismo, uu desencanto  con el que posiblemente no contaba. Enfrente la replicaba un rostro ojeroso, una mirada dolida, y sin chispa de futuro. ¿Su cabello? Escaso no era, la verdad, pero tampoco muy necesitado de recorte. Poca materia para esculpir, pero el diestro peluquero no ha tenido problema. Con qué esmero y afán ha manejado la tijera, en vivos, alegres cortes, hasta fraguar la ficción de que estaba modelando una tupida melena: sabio artífice. Arrullado al mismo tiempo por la amena cháchara del fígaro, el semblante del parroquiano en el espejo se ha vuelto complacido, risueño y rejuvenecido. Ya no era el taciturno, hosco anciano de media hora .antes . Por favor, sinceramente, ¿es justo quejarse del coste de un corte de pelo?

viernes, 24 de julio de 2015

COMPRANDO EL PERIÓDICO

No estoy acostumbrado a que al comprar mi periódico habitual, el quiosquero no se digne a contestar a mi saludo, tanto al llegar como al despedirme. Por eso me cambié de vendedor, aunque me ocurrió tres cuartos de lo mismo. Sentí el impulso de probar en un tercer puesto de prensas, pero es que en la localidad en cuestión no lo había. ¿Por qué aquella descortesía? ¿Por el particular cariz político de mi periódico? No es a lo que estoy acostumbrado ni mucho menos en la gran ciudad, donde no soy muy fiel cliente de un quiosco en particular, sino que varío entre cuatro o cinco, según la ruta que lleve cada día. Y lo general es ser bien recibido, frecuentemente con sociabilidad, con algún comentario más o menos jugoso, liviano, cordial. Y veo que ese es el trato normal,  con independencia de la cabecera del periódico que el comprador recoja del expositor. Y además, qué sana coincidencia  de preferencias contrapuestas: “Yo leo el diario A y usted lee el diario Z: muy bien, que le aproveche”. Y enfrente el quiosquero, irremediable conocedor de la particular ideología de sus parroquianos.

jueves, 16 de julio de 2015

ATENEO DE MADRID. Sugerencias

En el Ateneo de Madrid veo esta mañana en conserjería una novedad. La Junta de Gobierno ha hecho  colocar en lugar visible un buzón de sugerencias. Ya existía desde hace unos treinta años un buzón de sugerencias en el pasillo que accede a la segunda planta. Era de madera, con letrero dorado y traza de antigualla. El nuevo es totalmente diferente; es diáfano, de cristal o de plástico, sin pretensión alguna de solemnidad. En cambio, he caído en la cuenta, su transparencia muestra si las peticiones de los socios son recogidas o no  con diligencia... Con el antiguo buzón no había manera de saberlo.