viernes, 16 de septiembre de 2016

¡A VER SI LO REPETIMOS!

Llevamos cruzándonos en un paseo matutino de vacación veraniega, como siete u ocho años, y desde los primeros días nos saludamos e intercambiamos corteses, discretos diálogos más o menos circunstanciales.
Desde el principio él apareció con paso lento de convaleciente, tenaz y fiel a su diario ejercicio. Seguro que notaba benéficas compensaciones, aunque no fueran muy aparentes. No podría decir, la verdad, si su paso mejoraba.
Esta vacación, al final de la primera semana, lo eché en falta.
Pero reapareció por fin y, aunque su paso lleva ya plomo, se ha hecho el trayecto de punta a punta; como siempre; todos los días.
Se echó encima el final de agosto y en el diario cruce me dijo:
-Pasado mañana nos vamos-habla muy bajito y con cierta dificultad. Y añadió:
-¡A ver si lo repetimos!
-¡Eso, eso! ¡Seguro que sí!-exclamé jovialmente.
Y seguí mi paseo, pero un tanto taciturno. Porque -¡demonios!-mi paso no es el que era.

lunes, 12 de septiembre de 2016

¡VIVA LA ALEGRÍA!

            No hace mucho, quizá tres o cuatro semanas, sintonicé la radio, a mi hora habitual. Y pude escuchar la entrevista que se hacía a un cantaor flamenco. Me interesó, contaba vivencias sabrosas y hacía observaciones agudas. Pero no recuerdo su nombre, lo siento. Pues bien, el caso es que llegado un momento, el artista destacó el gran talento que tenía su abuela para el cante, y relató una ocasión que tenía grabada en la memoria desde su infancia. Estaba toda la familia comiendo, todos en silencio y como sumidos en una gran congoja, sin motivo real al parecer, hasta que la abuela protestó:
-Bueno, ¿pero esto que es? ¡Esto parece un velatorio! ¡Pues ahora vais a ver lo que es bueno!
            “Y mi abuela se puso a cantar-añadió el entrevistado –con tanto arte y tanto sentimiento, que a los dos minutos, a los dos minutos, estábamos todos llorando”. Y ese llanto se ve que él lo consideraba una gran alegría.