Dimitió. Dimitió
por fin. Dimitió con humildad… Se equivocó; no cumplió con su deber de
asegurarse de la honradez de sus subordinados... La dio por supuesta, al
parecer.
Mujer
arrogante, siempre dando lecciones, siempre fustigando al político de signo
contrario.
Política
de lengua mordaz, su voz era inflada, su tono desafiante. Hablaba desde el
dominio de la verdad y la justicia.
En
tocado y vestimenta, siempre niña mona, su espejito y su barra de labios a
mano. En una foto, ya antológica, Dª Esperanza se está retocando los labios,
mientras varios de sus colaboradores más cercanos la contemplan. ¿Volverá por sus fueros la Esperanza prepotente? Los jarrones chinos tienen mal arreglo.
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