En el Diccionario de la
Real Academia encontramos que “catalanismo” quiere decir: “Amor o apego a las
cosas características o típicas de Cataluña” –una cándida definición en la que
sin duda se han arropado rocosos políticos nacionalistas y más.
Pero
el tiempo y el desarrollo de la historia no pasaban en vano, de tal manera que
el término “catalanismo” se iba quedando como una prenda de vestir anticuada y
raída. Se fueron imponiendo otros vocablos, como nacionalista, independentista, separatista
y constitucionalista (¡cuánto ha tardado!), que llegaban con más impacto al
corazón y la mente de la gente.
Todos
ellos contaban con aguerridos líderes de cara a las ediciones autonómicas de
uno de octubre. No se vislumbraba un motivo novedoso que pudiera seducir a los
electores. ”Pero, ¿y si resucitamos el término ‘catalanismo’? Este contará siempre
con una fiel cuota de respetabilidad”. Pues dicho y hecho: el político Miquel
Iceta se lanzó a la arena el 21-12-2017 como un adalid del catalanismo. No tuvo
suerte. La respuesta de los votantes fue descorazonadora. Parece que el
catalanismo angélico sólo se encuentra ya en el diccionario.
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