Noventa años tiene mi amigo, que ha pasado unos días en el hospital. En su propia casa
se cayó, pero no tiene ninguna rotura de huesos. No se podía levantar y
tuvieron que llamar a la teleasistencia. Lo atendieron maravillosamente.
-¿Tienes el avisador de la
teleasistencia? –me pregunta.
-No.
-Debes solicitarlo, es muy
aconsejable –me recomienda.
Le agradezco el consejo, porque
tengo casi su edad, pero no me apetece.
-¿Qué vas a hacer con tus libros? –le
pregunto luego. Tiene una pequeña, pero selecta biblioteca.
-Quisiera venderla.
-Te ofrecerán una miseria.
-Ya. ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer con los
tuyos?
-Los regalaría a algún amigo, pero
no veo interés. No es como antes. Ahora, con el internet, puedes tener libros sin que te roben espacio.
-Qué frustración, ¿no?
-Total.